Perú: país invaluable

sábado, mayo 17, 2008

Formas se relacionan con cultos y ceremoniales

GEOGLIFOS DE JICAMARCA
SON MÁS ANTIGUOS QUE LÍNEAS DE NAZCA

Sobre la margen derecha del valle bajo del Rímac, a pocos kilómetros de la ciudad de Lima, en dirección noreste de la capital se localiza una quebrada de 131.25 km2 que pasando por San Juan de Lurigancho llega hasta el anexo 22 de la comunidad campesina de Jicamarca.

En este lugar, la quebrada se abre en dos vertientes: la primera a la derecha conocida como “Canto Grande” y la segunda con el nombre de “Media Luna” que se emplaza hacia la izquierda. El territorio se ubica sobre los 500 m.s.n.m y el punto más alto lo constituye una alta montaña conocida como Cerro Colorado a 2,240 m.s.n.m.

La presencia de arquitectura religiosa aparentemente del Precerámico Tardío (3000 a. C.) puede suponer una mayor antigüedad a las conocidas líneas y figuras de las pampas de Nazca. Lorenzo Rosselló obtuvo, de una de estas figuras, un fechado radiocarbónico que le otorga una antigüedad de 2545 a.C, describe entusiasmado el Arqueólogo Julio Abanto.

El grupo de petroglifos se sitúa en la parte alta de cerro Cantería, a una altura de 1020 m.s.n.m, en la divisoria entre quebrada Canto Grande, es decir el Anexo 22 de la Comunidad Campesina de Jicamarca y Quebrada El Progreso, por la zona de Carabayllo. Los bloques, sobre los que se plasman los petroglifos, se distribuyen en aproximadamente una hectárea de terreno dispuestos hacia el lado oeste de la cresta de cerro. También se encuentra una plataforma rectangular que domina la cima del cerro y una pequeña “plaza” ubicada al lado norte de la plataforma, siguiendo ese eje (Sur –Norte) existe un montículo que sostiene una huanca o piedra parada.

Los primeros reportes de geoglifos, en las pampas Canto Grande, datan de 1947, cuando Hans Horkheimer menciona la presencia de líneas y plazoletas en esta parte de Lima. En 1976, Rosselló, Huapaya y Mazzotti; después de una serié de visitas, desarrollan el proyecto Canto Grande llegando a prospectar la parte media y alta de la quebrada, su trabajo reveló la existencia de más de 60 geoglifos en forma de líneas, trapecios, círculos y figuras, las cuales fueron desapareciendo con el proceso de crecimiento de la ciudad.

En su mayoría representan plazoletas de forma trapezoidal, campos rectangulares y figuras como el de una serpiente, que expresan en su conjunto formas de culto con relación a las cumbres y quizás a antiguas ceremonias a la fertilidad.

En la actualidad el Arqueólogo Abanto con el apoyo del Anexo 22 de la Comunidad Campesina de Jicamarca que preside el Sr. Germán Cárdenas, continúa con los estudios, tratando de cautelar la autenticidad y la tradición de una población dinámica y productiva que ha demostrado desarrollo y progreso con un modelo autogestionario cuya economía se sustenta en la crianza y producción de cerdos, patos y cuyes que ya ingresaron al mercado de Lima.